Por Federico Bernal* (Segunda Parte)
Por su parte, el gobierno argentino reaccionó a través de la “promulgación de la ley 23.968” (concepto de la integridad territorial). Ante una seguidilla de fracasos en las negociaciones bilaterales, en 1992 la Argentina rechazó la medida unilateral británica, reafirmando al mismo tiempo sus derechos soberanos sobre las islas y las aguas circundantes. La disputa en materia petrolera terminó desembocando en el Acuerdo Petrolero de 1995 (cancelado por el gobierno del ex presidente Néstor Kirchner), que establecía futuras licitaciones, monitoreo y cobro de regalías conjuntas –un 33% para la Argentina– en las aguas al Este de las islas (zona en litigio).
Sin embargo, las aguas incluidas en el acuerdo también involucraban la exploración y explotación de zonas “no en disputa”, al sur-oeste de las Malvinas. La zona de exploración-explotación conjunta se denominó Área Especial de Cooperación (AEC), gracias a la cual Gran Bretaña se colocaba en condiciones de explotar y recibir regalías sobre un territorio que jamás había reclamado como propio. Nuestro país cobraría el 50% de las regalías por otorgamiento de licencias. La reacción argentina ante la unilateralidad británica se explica no como consecuencia de un rapto patriótico sino por el temor a perder el lucro de la exploración de petróleo en aguas australes.
Cinco días después de suscripto el acuerdo de 1995, los kelpers licitaron 19 áreas y concedieron 12 contratos, presentándose cerca de medio centenar de compañías. El único consorcio excluido de la compulsa fue el de YPF (recientemente privatizada) con British Gas. Un año después, los isleños siempre fieles a sus “deseos” e “intereses”, llamaron unilateralmente a licitación para iniciar las tareas de exploración y explotación al norte y sur de las islas.
La “patriótica” reacción argentina consistió en la elaboración de dos proyectos de ley que perseguían la no exclusión argentina de las ganancias derivadas de la explotación petrolera. Uno de los proyectos adaptaba la Ley Nacional de Hidrocarburos a la zona de Malvinas, donde las regalías percibidas deberían ser de un 3% (para el resto del territorio nacional era –y sigue siendo, según el caso– del 12%). El otro proyecto, más conocido como “Ley Eduardo Menem”, estableció un régimen de sanciones para las empresas que se negaran a abonar el canon correspondiente, alcanzando incluso a toda la cadena, es decir, al conjunto de proveedores, intermediarios, compradores, etc.El texto impone el pago de un canon por exploración más el 3% de regalías para la Argentina sobre el petróleo eventualmente descubierto. El borrador de esta iniciativa fue aprobada dos veces por el Senado. La primera media sanción perdió estado parlamentario en 1996 porque no fue tratada a tiempo en Diputados; la segunda fue a mediados de 1998, casi 4 años después de la firma del acuerdo petrolero.
Promediando los últimos años del menemismo, más precisamente en 1998, la compañía Shell anunció haber descubierto “indicios de hidrocarburos” sin “volúmenes comerciales”. “Por el momento, tenemos muchos datos que analizar”, dijo Phyllis Rendell, una maestra de escuela devenida en ministra de Petróleo de las islas Malvinas (Ver en Petróleo, Estado y Soberanía... Federico Bernal). El mismo año en el que Shell perforaba el primer pozo exploratorio, Tony Blair y Carlos Menem se reunieron en Londres: “Cada gobierno reafirma expresamente su conocida posición en relación con la soberanía de las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, y espacios marítimos circundantes. Ambos gobiernos reafirman también su apoyo a las Naciones Unidas y el compromiso de resolver sus diferencias exclusivamente por medios pacíficos”.
A esta declaración compartida, Menem la definió como “histórica y exitosa”, añadiendo que: “Antes estábamos en vía muerta, no había ninguna unidad de diálogo. Ahora sí se abre esa posibilidad, y yo creo que el comunicado conjunto nos da la pauta de que algún avance hubo sobre el tema”. Con respecto a la mencionada declaración conjunta, hasta un niño podría advertir que, por ejemplo, a pesar de haberse colocado a las “Naciones Unidas” en el mismo párrafo que la palabra “Malvinas”, la omisión al sí fundamental término “resolución” (por la 2.065) no hace más que legitimar la posición y los “intereses” británicos y kelpers. Intereses, por cierto, que el mismo Blair se encargó de remarcar en el encuentro: “Tenemos posiciones distintas en el tema de Malvinas, pero lo importante es que esto no nos impida hacer cosas juntos [como explorar y explotar el petróleo]”.
De acuerdo con el vocero, cada uno plantó su bandera y “no hubo ninguna discusión más allá de eso, porque estaba claro que ésta no era una visita para discutir el tema de la soberanía”. Pero la ignominia no terminó allí. Según el vocero, Gran Bretaña estaba decidida a luchar por sus intereses: “El primer ministro dejó en claro que no está conforme con la legislación de pesca ni con la de petróleo.”La política de entrega menemista en relación con Malvinas tuvo su pico de apogeo en enero de 1999, cuando el gobierno presentó extraoficialmente a los kelpers la oferta de congelar por veinte años los reclamos de soberanía. El gobernador de las islas, Richard Ralph, pidió que fuera formalizada oficialmente ante el gobierno británico, para luego ser considerada.
El fin del menemismo impidió la concreción de tan patriótica iniciativa. Diez años después de terminada la última década infame del siglo XX, la cuestión de la soberanía por Malvinas ha cobrado nueva orientación, impulso y vigor. Y no sólo eso. Así como el petróleo tuvo que ver y mucho con la negativa británica de alcanzar un acuerdo con la Argentina; así como el petróleo remachó la entrega de las islas a los kelpers durante la década del ’90, todo parecería indicar que el gobierno de turno utilizará este recurso en el sentido inverso, esto es, una favorable a la recuperación de las islas.
Cinco días después de suscripto el acuerdo de 1995, los kelpers licitaron 19 áreas y concedieron 12 contratos, presentándose cerca de medio centenar de compañías. El único consorcio excluido de la compulsa fue el de YPF (recientemente privatizada) con British Gas. Un año después, los isleños siempre fieles a sus “deseos” e “intereses”, llamaron unilateralmente a licitación para iniciar las tareas de exploración y explotación al norte y sur de las islas.
La “patriótica” reacción argentina consistió en la elaboración de dos proyectos de ley que perseguían la no exclusión argentina de las ganancias derivadas de la explotación petrolera. Uno de los proyectos adaptaba la Ley Nacional de Hidrocarburos a la zona de Malvinas, donde las regalías percibidas deberían ser de un 3% (para el resto del territorio nacional era –y sigue siendo, según el caso– del 12%). El otro proyecto, más conocido como “Ley Eduardo Menem”, estableció un régimen de sanciones para las empresas que se negaran a abonar el canon correspondiente, alcanzando incluso a toda la cadena, es decir, al conjunto de proveedores, intermediarios, compradores, etc.El texto impone el pago de un canon por exploración más el 3% de regalías para la Argentina sobre el petróleo eventualmente descubierto. El borrador de esta iniciativa fue aprobada dos veces por el Senado. La primera media sanción perdió estado parlamentario en 1996 porque no fue tratada a tiempo en Diputados; la segunda fue a mediados de 1998, casi 4 años después de la firma del acuerdo petrolero.
Promediando los últimos años del menemismo, más precisamente en 1998, la compañía Shell anunció haber descubierto “indicios de hidrocarburos” sin “volúmenes comerciales”. “Por el momento, tenemos muchos datos que analizar”, dijo Phyllis Rendell, una maestra de escuela devenida en ministra de Petróleo de las islas Malvinas (Ver en Petróleo, Estado y Soberanía... Federico Bernal). El mismo año en el que Shell perforaba el primer pozo exploratorio, Tony Blair y Carlos Menem se reunieron en Londres: “Cada gobierno reafirma expresamente su conocida posición en relación con la soberanía de las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, y espacios marítimos circundantes. Ambos gobiernos reafirman también su apoyo a las Naciones Unidas y el compromiso de resolver sus diferencias exclusivamente por medios pacíficos”.
A esta declaración compartida, Menem la definió como “histórica y exitosa”, añadiendo que: “Antes estábamos en vía muerta, no había ninguna unidad de diálogo. Ahora sí se abre esa posibilidad, y yo creo que el comunicado conjunto nos da la pauta de que algún avance hubo sobre el tema”. Con respecto a la mencionada declaración conjunta, hasta un niño podría advertir que, por ejemplo, a pesar de haberse colocado a las “Naciones Unidas” en el mismo párrafo que la palabra “Malvinas”, la omisión al sí fundamental término “resolución” (por la 2.065) no hace más que legitimar la posición y los “intereses” británicos y kelpers. Intereses, por cierto, que el mismo Blair se encargó de remarcar en el encuentro: “Tenemos posiciones distintas en el tema de Malvinas, pero lo importante es que esto no nos impida hacer cosas juntos [como explorar y explotar el petróleo]”.
De acuerdo con el vocero, cada uno plantó su bandera y “no hubo ninguna discusión más allá de eso, porque estaba claro que ésta no era una visita para discutir el tema de la soberanía”. Pero la ignominia no terminó allí. Según el vocero, Gran Bretaña estaba decidida a luchar por sus intereses: “El primer ministro dejó en claro que no está conforme con la legislación de pesca ni con la de petróleo.”La política de entrega menemista en relación con Malvinas tuvo su pico de apogeo en enero de 1999, cuando el gobierno presentó extraoficialmente a los kelpers la oferta de congelar por veinte años los reclamos de soberanía. El gobernador de las islas, Richard Ralph, pidió que fuera formalizada oficialmente ante el gobierno británico, para luego ser considerada.
El fin del menemismo impidió la concreción de tan patriótica iniciativa. Diez años después de terminada la última década infame del siglo XX, la cuestión de la soberanía por Malvinas ha cobrado nueva orientación, impulso y vigor. Y no sólo eso. Así como el petróleo tuvo que ver y mucho con la negativa británica de alcanzar un acuerdo con la Argentina; así como el petróleo remachó la entrega de las islas a los kelpers durante la década del ’90, todo parecería indicar que el gobierno de turno utilizará este recurso en el sentido inverso, esto es, una favorable a la recuperación de las islas.
*Director del Centro Latinoamericano de Investigaciones Científicas y Técnicas (Clicet)
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