Hoy Argentina es uno de los pocos productores de molibdeno-99, un radioisótopo que se utiliza para los estudios de medicina nuclear
se produce la fisión del uranio para obtener el molibdeno-99
Por Nora Bär: Más del 80% de los estudios de medicina nuclear que se realizan en todo el mundo (por ejemplo, para obtener imágenes funcionales del cerebro, el miocardio, los pulmones, el hígado, el esqueleto, la sangre y los tumores) requieren de un elemento radiactivo que no existe en la naturaleza: el molibdeno-99, que se descompone en tecnecio-99m y se obtiene fisionando átomos de uranio enriquecido en el corazón de los reactores nucleares. Se calcula que este isótopo se utiliza diariamente en unas 70.000 imágenes médicas.
* Hay sólo un puñado de países en condiciones de producirlo: Canadá, Francia, Holanda, Australia, Sudáfrica y la Argentina, que lo hace con una tecnología única desarrollada en 2002 por la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
Hoy la Argentina le vende a Brasil un tercio del molibdeno-99 que éste utiliza, y también pequeñas cantidades a otros países de la región, como Chile, Uruguay y Paraguay. Además, les está transfiriendo tecnología a Australia y a Egipto, donde se está montando una planta con asesoramiento de ingenieros y de técnicos argentinos.
OPAL reactor nuclear fabricado por el INVAP en Sidney Australia (2007)
"En el país existen alrededor de 300 centros de medicina nuclear, pero gracias a que somos prácticamente autosuficientes en lo que hace a la producción de radioisótopos y de radiofármacos, aunque en el resto del mundo hubo carencias graves de molibdeno-99, acá no nos enteramos de la crisis" cuenta el doctor en química Juan Carlos Furnari, gerente del Area de Aplicaciones del Centro Atómico Ezeiza. Incluso, estamos estudiando la posibilidad de transferir nuestra tecnología a los Estados Unidos."
El molibdeno-99 se produce fisionando átomos de uranio 235 (el número indica la suma de protones y de neutrones del núcleo), que en la naturaleza sólo se encuentra en una proporción de apenas el 0,7 por ciento.
"El 99% del uranio es 238, que no sirve para esto (explica Furnari). Por métodos bastante complicados [por ejemplo, pasándolo primero a la forma gaseosa y centrifugándolo a altísima velocidad para separar las masas por peso], hay que «enriquecerlo»; es decir, llevarlo del 0,7 al 90 por ciento. El problema es que el uranio 235 enriquecido al 90%, que es el que se usa en todo el mundo para la producción de molibdeno, es un material «proliferante»: se puede utilizar para fabricar bombas. Nosotros somos el único país que desarrolló un método para hacerlo con uranio enriquecido al 20%, con la misma o mejor calidad y a un costo competitivo. Las Academias Nacionales de los Estados Unidos hicieron un informe (www.nap.edu/catalog/12569.html) en el que nos ponen como ejemplo e instan a otros productores a que también lo hagan."
La producción de radiofármacos presenta enormes desafíos no sólo tecnológicos, sino también operativos. A pocos kilómetros de Buenos Aires, el proceso comienza en las entrañas del reactor RA-3, donde el deslumbrante brillo azulado del efecto Cherenkov delata que, a diez metros de distancia, bajo 1130 m3 de agua ultrapura y desmineralizada, se está produciendo la fisión nuclear.
"Como consecuencia de la fisión del uranio, se produce prácticamente la mitad de la tabla periódica de los elementos (explica el ingeniero Daniel Cestau, jefe de la planta de producción de radiofármacos del Centro Atómico Ezeiza), entre los cuales están el molibdeno-99 y el yodo-131. Se los ingresa en celdas con atmósfera negativa y ladrillos de plomo que forman una caja de 20 cm de espesor, que a su vez recubren una pared de acero inoxidable. Aquí se realiza el proceso de disolución para extraer los isótopos de interés."
Los radiofármacos se venden a empresas que arman generadores, dispositivos aislantes que se envían a los centros de medicina nuclear con el molibdeno y de los que el médico extrae directamente el tecnecio, que es el de mayor utilidad médica porque es fácil ligarlo con pequeñas moléculas que tienen afinidad por distintos tejidos.
El país también busca un lugar en el escenario de la alta tecnología. (La Nación)
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