“Luego de una década en la que se priorizaba la desindustrialización en favor de la venta de servicios y la convertibilidad atentando contra los costos internos, nuestro sector llegó a finales de los ‘90 en su mínima expresión de oferta industrial. Solo subsistieron algunos astilleros, gracias a la demanda doméstica de mantenimiento y reparación, al esfuerzo de su personal, directivos y a decisiones políticas de las autoridades del lugar”, dijo a Transport & Cargo Antonio Torresín, presidente de la Federación de la Industria Naval Argentina (FINA).
Luego de la crisis del año 2002, la devaluación posicionó al sector con costos competitivos, que permitieron el regreso de flotas extranjeras a realizar reparaciones a nuestros astilleros.
“En 2004 con el advenimiento del gobierno de Néstor Kirchner, se reinició un camino de recuperación de la industria nacional y en especial de la naval, para lo cual se dictaron normativas de regulación, fiscales y financieras que inducen al cambio. También se reinició con programas públicos y privados, el camino de la capacitación y certificación de capacidades. Las medidas mencionadas logran una lenta pero sostenida recuperación de nuestras capacidades industriales”, agregó Torresín.
Según el titular de la FINA, “actualmente el sector conserva una potencialidad, que combinada con la creciente demanda doméstica y la sostenida demanda internacional, seguramente acelerará el proceso de recuperación para posicionar a la industria naval argentina en el sitial que nunca debió abandonar”.
Por su parte, Miguel Gutnisky, presidente de Astilleros Corrientes, señaló que “la década de los ’90 fue la antítesis de la anterior, cuando tuvimos la satisfacción de exportar a Estados Unidos dos plataformas de prospección offshore, única exportación argentina de este tipo. Estas unidades siguen operando en la actualidad. En cambio, durante los ‘90 nuestro sector acusó el mismo impacto que el resto de las industrias: Al tipo de cambio internacionalmente no competitivo se le sumó la eliminación de fondos especiales para el desarrollo de la industria naviera, la falta de planes de desarrollo y financiamiento para obras locales y para exportación y el auge de los astilleros de Asia. La falta de trabajo llevó a la desaparición de obreros calificados”.
“Somos optimistas de cara al futuro, pero en la medida que los armadores argentinos comiencen a confiar en la oferta industrial de los astilleros nacionales, colocándoles órdenes de construcción en vez de importar embarcaciones obsoletas en sus países de origen, que registran en pabellones de conveniencia. Debemos defender el pabellón nacional para generar trabajo a las tripulaciones, astilleros e industrias navalpartistas argentinas. En esto se requiere del apoyo del gobierno nacional”, recalcó el directivo.
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